Mediante dos símbolos de poder, el caballo y los jarretes del hombre, se delinea la actitud divina que no se deja conquistar o atemorizar por la fuerza.
Se trata de un guiso preparado con jarrete de ternera, con corte transversal del corvejón de la res, en rodajas de un grosor de unos 3cm y sin deshuesar.
Algunas veces un cachorro con una angulación trasera muy acusada aparecerá con unos jarretes parecidos a los de una vaca, sobre todo cuando está de pie.