Era el tiempo delicuescente, algo como chocolate muy fino o pasta de naranja martiniquesa, en que nos emborrachábamos de metáforas y analogías, buscando siempre entrar.
Dicho esto, las tropas del califa dieron media vuelta y se retiraron con infinita dulzura, envueltas en embriagadores bálsamos delicuescentes y en cánticos como auras perfumadas.