De pequeña, las eras del pueblo, de arcilla pura, se convertían con las lluvias en un alfar gigante que resultaba una provocación para la creatividad infantil.
La cerámica de tipo tradicional siguió produciéndose en los alfares locales para satisfacer las demandas de almacenaje y uso doméstico, como las grandes tinajas esféricas y las ánforas cilíndricas.